Han pasado casi cuatro décadas desde que La Zaranda emprendió su camino teatral, a lo largo del cual ha realizado una intensa labor creativa que le ha valido un gran prestigio internacional. Su trayectoria tiene como constantes teatrales, el compromiso existencial y la fidelidad de sus raíces tradicionales; como recursos dramáticos, el uso simbólico de los objetos, la expresividad visual, la depuración de textos i la plasmación de personajes límite, y como método de trabajo un riguroso proceso de creación en comunidad.
La Zaranda, como un cedazo que preserva lo esencial y rechaza lo inservible, desarrolla una poética teatral que, lejos de formas estereotipadas o efímeras, ha consolidado un lenguaje propio, que siempre intenta evocar la memoria e invitar a la reflexión.
Son incontables los festivales recorridos en más de treinta países de tres continentes. Premiados por la crítica en Madrid, Barcelona, Montevideo, Buenos Aires, Nueva York o El Cairo, entre otras ciudades, han hecho residencia artística en el ThéâtreSorano de Tolosa de Llenguadoc y en la Biennale di teatro di Venezia. Han impartido cursos en la StateUniversity de California. VillanovaUniversity de Filadelfia, Institut del teatre de Barcelona, el CCBB Internacional de Säo Paulo, etc. En el 2010 obtuvo el Premio Nacional de Teatro.
El origen del teatro La Zaranda se remonta al periodo de tránsito a la década de los setenta. Después de un cúmulo de experiencias individuales, fue en el 1978 cuando se produjo el encuentro y la decisión de condensar todas sus experiencias en una fase de trabajo. Partían de unas premisas de hacer camino: querer conducir la obra teatral hasta ese punto de tensión en que drama y vida confluyen, negar todo tipo de concesión al teatro muerto, con todos sus academicismos evidentes, al teatro de las falsas vanguardias, con patente de modernidad, aplicadas al decorativismo más banal, que nada más conduce al bostezo.
Ir más allá de las formas adquiridas, no abandonar la búsqueda constante. Renunciar a los hitos sobresalientes que puedan establecer una rutina, reafirmar un estilo en permanente transición… Lo que importa es la acción de crear, no fabricar conservas artísticas que se abran en cada representación. Es necesario mantener la tensión, jugársela en cada situación, desarrollar cada realidad escénica para que se convierta en viva.
Sus propuestas se caracterizan por crear climas poéticos, alejados de estereotipos y ofrecen depurados textos oníricos, con ecos lorquianos y aires esperpénticos. El humor y las metáforas también son habituales en los montajes de una compañía que apuesta por un lenguaje lleno de resonancias filosóficas en transición permanente.